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Aventuras y motines
Entre finales de marzo y principios de abril de 1520 transcurrió uno de los eventos más importantes en la historia de la expedición Elcano-Magallanes, el cual tuvo consecuencias para el resto del viaje.
La expedición capitaneada por Fernando de Magallanes llegaba al que llamaron Puerto de San Julián para reposar durante el invierno. Las provisiones escaseaban, las noches se hacían cada vez más largas, los tripulantes tiritaban por las bajas temperaturas y los ánimos estaban en las últimas. La aparente tranquilidad no parecía prever que la expedición histórica se acercaba a sus horas más sangrientas y violentas.
Fernando de Magallanes era un hombre nacido para el viaje a barco, con una gran capacidad de liderazgo e inteligente, pero aparte de su faceta como lobo de mar también tenía un lado sombrío.
Magallanes decidió al llegar a San Julián que reduciría las raciones de comida y eso fue la gota que colmó el vaso para sus detractores.
Muchos oficiales y representantes de la corona española exigieron emprender la vuelta a España debido a las condiciones en las que se encontraban. Entre ellos se encontraban Gaspar de Quesada (capitán de la nao Concepción), Luis de Mendoza (nao Victoria), el contador de la armada Antonio de Coca y Juan de Cartagena. En el motín también se encontraba Juan Sebastian Elcano, el cual aprovechó el posterior motín para hacerse con la capitanía de la nao San Antonio.
Magallanes hizo oídos sordos de las críticas recibidas y en vez de preocuparse por eso se dedicó a preparar la misa del domingo de Ramos el 1 de abril de 1520, la cual sería la primera misa en celebrarse en territorio latinoamericano (la actual argentina), una muestra de la fuerte creencia cristiana de Magallanes.
Aprovechándose de la oscuridad de la noche, Cartagena y Quesada (junto a sus treinta hombres) asesinaron a puñaladas a Juan de Elorriaga, maestre de la San Antonio, el cual murió al reiterar su lealtad a Magallanes. Antonio de Coca requisó el armamento de los partidarios de Magallanes y otorgó el mando a Juan Sebastián Elcano. Magallanes supo ser estratégico y viendo su posición inferior en la afrenta decidió enviar una falsa carta de rendición a Luis Mendoza.
Cuando Mendoza se encontraba leyendo la carta, los mensajeros aprovecharon para acribillarlo a puñaladas y ayudar a un bote de apoyos a que asalte el barco. Gaspar de Quesada cayó en la trampa al meterse junto a sus tropas en la batalla sin saber que Mendoza ya estaba muerto. Los barcos que no se encontraban en el poder de Magallanes, la Concepción y la San Antonio se rindieron y fueron tomadas con facilidad.
Magallanes condenó a muerte a 40 tripulantes, aunque fue perdonada a todo el mundo excepto los cabecillas para no comprometer la expedición, entre los perdonados se encontraba Elcano.
La consecuencia para los cabecillas fue la muerte en el caso de Luis de Mendoza y Gaspar de Quesada, cuyos cuerpos fueron puestos como señal de lo que le pasa a los conspiradores, que acaban en una horca para pudrirse. El clérigo Pedro Sánchez de la Reina y Juan de Cartagena fueron condenados al destierro el 7 de abril de ese mismo año y fueron abandonados a su suerte en las costas de Patagonia, nunca más se supo de ellos.
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